Luis Barrera es Doctor en Astronomía de la Universidad Ruhr de Bochum (Alemania) y Magíster en Física de la Universidad Austral de Chile. Sus investigaciones sobre el Sistema Solar han contribuido en el campo de la astronomía y la astrofísica a nivel nacional e internacional, permitiéndole colaborar en misiones de NASA y de la Agencia Espacial Europea. Ahora es profesor del Departamento de Física en la UMCE y, tras adjudicarse un Proyecto FONDEF (CA12i10075), se propuso generar un Modelo de Ciencias Integradas para los niveles de 1º a 4º de Educación Básica.
El concepto de ciencias integradas no es nuevo, ya se hablaba de él a principios del siglo pasado. Sin embargo, las ciencias se concibieron de forma integrada mucho antes. Antiguamente un científico dominaba múltiples saberes y era prácticamente imposible asociarlo a una sola disciplina. “La especialización de las ciencias se dio a la par con el proceso de administración de la educación, explica el profesor Barrera. No obstante, nuestro cerebro funciona de una manera completamente distinta a como se organiza la educación”, concluye.
Hoy en día, hay iniciativas en ciencias integradas que han mezclado la parte científica con el componente tecnológico, pero el proyecto liderado por el Dr. Barrera apostó por las ciencias básicas, tras identificar disociaciones en las bases curriculares en enseñanza básica. Una de ellas es que las ciencias están en un sector distinto al de las matemáticas.
Los profesores se forman para autodefinirse en un área. “Además, tras observar los planes y programas de 1º a 4º básico, la biología tiene un peso mayor frente a la química que es abordada someramente o la física, que se incluye sólo en los contenidos de 3º, con temas de astronomía y universo. La matemática, en cambio, se la considera otra área y es enseñada por otro profesor”, puntualiza el académico. El sistema educativo actual se enmarca en la visión mundial de usar la belleza y diversidad de la naturaleza para motivar y despertar en niñas y niños interés en temas científicos y tecnológicos. Además, presupone que el pensamiento de los niños es concreto cuando en realidad es abstracto, explica.
Su proyecto consistió en hacer ciencia integrada e incluir en el discurso de los profesores, los fundamentos de las cuatro ciencias básicas -matemática, física, química y biología-, pero sin que el estudiante se dé cuenta de ello. “Bajo esta lógica, hay mayores posibilidades de que el que escucha entre en resonancia con lo que estás diciendo y se sienta atraído por alguna de las ciencias”, explica.
Esta forma de concebir la enseñanza de las ciencias supuso retos. Uno de ellos fue que el profesor conociera los fundamentos de las cuatro áreas básicas, es decir, que un matemático pudiese hablar de biología, física y química o viceversa. “Sin embargo, este conocimiento no tiene que ver solo con el grado de capacitación sino con la predisposición del profesor”, señala Barrera. De hecho, la plasticidad para jugar otros roles más allá de su propia especialidad fue una de las características distintivas de los investigadores que participaron en esta iniciativa.
Paralelamente, el modelo también desarrolló una nueva taxonomía que organiza las habilidades científicas de acuerdo a sus funciones, a fin de desarrollar también habilidades de orden superior. En este sentido, los contenidos planteados en el modelo acompañan el desarrollo de las habilidades, pero no son lo más importante porque estos cambiarán con el tiempo. Para entender lo expuesto, Barrera usa la lectura como analogía. “Una vez que aprendes a leer, no necesitas seguir leyendo el mismo libro”.
Sin embargo, potenciar las habilidades científicas suma otro reto: Unas se pueden lograr en corto tiempo, y otras son de largo aliento. Además hay otros elementos en juego, como las actitudes y las cosmovisiones, que aunque parezcan triviales, aceleran o frenan el aprendizaje y el desarrollo de las habilidades.
El Modelo de Ciencias Integradas se puso a prueba en cuatro colegios de la Región Metropolitana. Se elaboraron unidades de integración de las ciencias por niveles de 1º a 4º, con sus respectivos manuales para alumnos y profesores. También se diseñaron recursos didácticos e instrumentos de evaluación. “El proyecto fue exitoso. Se consiguió un alto rendimiento con niños de 1º y 2°; en cambio, identificamos que el desarrollo de las habilidades con los de 3° y 4º fue más lento, es decir, se requeriría más tiempo de aplicación. Lo anterior muestra que no hay un límite inferior para la enseñanza de las ciencias”, comenta.
El modelo aspira a apoyar la educación formal de ciencias en educación básica, con una visión integradora que facilite alcanzar habilidades de integración, síntesis y aplicación asociadas a contenidos de complejidad creciente, evitando caer en descripciones disciplinares.
El proyecto terminó en enero de 2016 y está a la espera de poner en marcha la segunda parte, que será la masificación del modelo generado. Por el momento, el profesor Luis Barrera, a través de un ramo electivo en la Facultad de Ciencias Básicas de la UMCE, comparte con los futuros docentes (química, física, biología y matemática) cómo enseñar ciencias de una manera integrada.
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