Consolidándose como un espacio de discusión de temáticas de actualidad latinoamericana durante los últimos 20 años, el Congreso Internacional de Humanidades: “Género, diversidad y prácticas de inclusión en contextos latinoamericanos” realizó su vigésima primera versión, congregando 96 ponencias y 2 mesas redondas. A su vez, y como es ya tradición desde el año 2015, el congreso se dio inicio con el IX Encuentro de Investigación: “Textualidades contemporáneas. Procesos de Hibridación”, que en esta ocasión reunió la presentación de 18 investigaciones. Ambos encuentros son resultado de la red de colaboración y trabajo establecida desde el año 1998 entre la UMCE y la Universidad de Brasilia, institución con la que trabajan coordinadamente desde entonces”, explicó la decana de la Facultad de Historia, Geografía y Letras de la UMCE, Carmen Balart, anfitriones de la actividad.
El rector de la UMCE, Jaime Espinosa, encabezó las ceremonias inaugurales, junto a la decana Balart, la directora del Instituto de Letras de la Universidad de Brasilia, Dra. Rozana Reigota; y la coordinadora del grupo de investigación de Brasil, Dra. Sylvia Cyntrao.lart, unidad anfitriona de ambas actividades. En su mensaje, el rector Espinosa valoró el trabajo por dar continuidad a estos encuentros, labor “cuya persistencia, como la gota que horada la piedra, profundiza e integra los afectos y las humanidades, año a año, haciendo más firme los lazos de fraternidad académica de nuestras universidades”, señaló. La decana Balart coincidió con él agregando que han sido “21 años consecutivos en los que se ha desarrollado sin perder la continuidad del diálogo constructivo ni el hilo conductor para abordar temas de interés para ambas instituciones”.
En tanto, sobre el tema que reúne a este Congreso de Humanidades, el rector afirmó que “es nuestro deber, clausurar el círculo del cambio, con la recuperación definitiva de la confianza en el hombre y sus posibilidades. Con la recuperación de las humanidades al servicio de la educación y su poder para la superación del miedo”.
La autoridad además abordó el rol de nuestra Universidad señalando que “el camino que nos queda es salvar la educación como empeño glorioso para volver las cosas a su lugar o, mejor dicho, para que las cosas ocupen el lugar que les falta. Para que eso ocurra, tenemos que trabajar con los profesores, crear medios para alimentar su luz (…), con ética profunda, con bondad y sentido de justicia, con capacidad para ser, hacer y decir; es decir, para preservar el planeta, perfeccionar la democracia y la convivencia pacífica; para contribuir, con caridad y calidad, a la felicidad de los otros”.
La decana Balart también recordó que a partir del 2014, la cooperación internacional entre ambas universidades permitió fortalecer la calidad del congreso con la propuesta de una línea de investigación en torno a textualidad contemporánea y procesos de hibridación, y “en octubre del 2015, se llevaría a cabo el primer encuentro de investigación, mediante una sesión especial y paralela a las salas de conferencia”.
Durante las jornadas además fueron presentadas la última edición de la revista “Contextos” y el libro: Textualidades e (re) orientação social na América Latina, que recopila los artículos y antecedentes del anterior congreso, y fue anunciado el nombre del próximo Congreso Internacional de Humanidades, Palabra y Cultura en América Latina: Herencias y Desafíos, en torno al tema: Democracia, desplazamientos y textualidades en contextos Latinoamericanos, el que fue programado para los días 21, 22, 23, 24 y 25 de octubre del 2019, en Brasil. A su vez, el día 22 de octubre del 2019 se realizará un nuevo Encuentro Internacional de Investigación: Textualidades Contemporáneas, procesos de hibridación.
Conferencia inaugural
Vilma Navarro-Daniels, profesora asociada del Programa de Lenguajes y Culturas Extranjeras de la Universidad Washington State presentó su conferencia ‘Raza, género y memoria en el novísimo cine chileno’ a través de 3 películas: De jueves a domingo (2012); Las Niñas Quispe (2013) y Una Mujer fantástica (2017), y se detuvo a “considerar cómo el novísimo cine chileno ha abordado temas como memoria, raza y género, tan relevantes para un congreso sobre la diversidad y la inclusión”.
Citando a Ascanio Cavallo, recordó que a partir del año 2004 surgió en Chile un grupo de cineastas de extraordinaria diversidad con un mismo centro: defender su autonomía creativa, que configuraría un movimiento denominado Novísimo Cine Chileno, que cuenta con creadores con una educación formal en las artes cinematográficas y cuyos filmes rara vez son presentados en grandes cadenas de cine.
El rasgo más sobresaliente de esta generación, añadió, es que comparten la preocupación por el espacio íntimo como territorio del conflicto. Estos directores abordan temas como la fragmentación familiar, y presentan un retrato social diverso que traspasa las distinciones de clase. De ahí que se entienda que la propuesta del novísimo cine chileno –citó- “nació a contracorriente de la generación inmediatamente anterior: la de los 90, que llegó al cine en su vida adulta, con una fuerte vocación por conectar grandes audiencias, establecer narrativas clásicas y crear esquemas de producción industriales. Los novísimos, sin el ánimo declarado de dar la espalda al público, están más interesados en apostar por un lenguaje y preocupaciones propias”.
Sobre el vínculo de esta presentación con la educación, la especialista fue enfática: “me considero educadora, más que profesora, porque eso se vincula a una metodología desprovista de un concepto de educación. Una educadora está formando a una persona”. Pero las clases de cine son fundamentales no solo para indagar en el vocabulario, agregó, o en el lenguaje propio del cine, “también hay un uso de la cámara que dibuja esta idea de la búsqueda de una identidad –que es importante para los jóvenes- sobre todo en el tema del género y las sexualidades. Al educar con literatura, cine, cultura o música popular, creo que uno está educando”.
“Hablemos de la memoria en abstracto, o de derechos humanos”, por ejemplo. “En el cine hay una relación empática, el arte tiene esa capacidad: la obra de arte, la obra literaria, la canción popular, la película tiene la posibilidad de involucrarte. Aquí tú te implicas también. Sentir odio, o desprecio. Ese movimiento de la emoción nos hace no ser tan indiferentes a lo que pasa”, sostuvo.
Sin embargo, dijo, “tendemos a pensar las cosas relacionadas con el arte como en una torre de marfil. Más allá del excelso, cuando Van Gogh pinta o Pedro Almodóvar hace sus películas, cuando Violeta hizo sus canciones, donde mires vas a ver que si es una arte, es una arte contextualizado”, concluyó.