Al recordar mis años en la UMCE, lo primero que me surge es destacar las cualidades de sus profesores. Cómo no recordar las connotadas clases de Didáctica con la profesora Ludovisa Lillo, la exigencia de los docentes Ana María Xandre y Germán Rivera, el carácter práctico del profesor Patricio Ross y Marcos Vera, la abnegada entrega y compromiso de Luis Ugalde, la entusiasta formación de la profesora Marichu, la minuciosidad de los profesores Maximino Fernández y Elizabeth Acosta. Debo decir, que por la vasta experiencia del cuerpo docente, daba orgullo ser alumno de pregrado.
En lo más técnico pero igualmente importantísimo, destaco de todas maneras la línea de práctica temprana al aula, la posibilidad de participar en proyectos que complementan la formación, como la “Cruzada Pedagógica”. Impagable que siendo tan joven pudiera llegar a lugares lejanos, casi todos de alto nivel de vulnerabilidad y abrir la mente para entregar una apuesta pedagógica distinta, con un material pedagógico elaborado en base de elementos muy sencillos, pero hechos a punta de corazón.
Para las presentaciones de la Cruzada Pedagógica, en las llamadas ferias, se mostraban los avances en proyectos e investigaciones. A este espacio, incluso trajimos a los niños de las escuelas y mostrábamos a través de canciones y puestas en escena representativas, los trabajos que realizábamos en el aula.
Recuerdo que también tuve la posibilidad de realizar una pasantía con la UPN de Colombia, todo gracias al convenio de pasantías que posee la UMCE. Gracias a esa enriquecedora experiencia logré crear redes de amistad con estudiantes de pedagógía de Bogotá y participar en el congreso de la RED KIPUS de la Unesco. Qué importante experiencia conocer la realidad educativa y la formación docente que se entrega en otros países, sin duda, enriquecedor.
Desde pequeño siempre fui muy sociable y participé de cuanto encuentro social existía. Sin embargo, el campamento de verano Pocura 2006 fue diferente, porque en ese escenario de vistas volcánicas y con un hermoso lago Calafquén como testigo, conocí al amor de mi vida: mi esposa, Yoselin Roa, oriunda de Queule, una caleta de pescadores de la IX región.
Yo vivía entonces en Santiago, a kilómetros de distancia, pero tras 5 años de relación, decidimos casarnos e instalar nuestro hogar acá en el Sur, en esta preciosa localidad de Queule. El cambio fue radical. Salí de la urbe y aposté por lo nuevo, por vivir el desafío, confiando siempre en Dios. Todo era distinto: la vida pausada, sin ruidos, bellos paisajes por doquier, decirle adiós a los eternos trayectos de Santiago ¡por más de una hora! y apostar por un desarrollo profesional más desafiante, en un contexto que no pensé viviría.
Con todas las ganas de hacer bien las cosas y marcar la diferencia para lo bueno, procuré crecer en una localidad que a mi parecer lo necesitaba. Prontamente pude acceder a director de una pequeña escuela rural en la comuna de Chol Chol. Ese fue el inicio en esta travesía docente.
Mi primera clase
Dicen que la primera experiencia en el aula no se olvida, sin embargo, recuerdo que increíblemente me sentí seguro frente a esos 36 niños, que al parecer muy tímidamente querían conocer al “joven profesor” que venía con todas las ganas. Fue como abordar un vehículo y conducir. Hasta el día de hoy agradezco a mi Universidad la experiencia adquirida y la seguridad
Hoy como director; quiero recibirlos con alegría y que se sientan en la escuela como en una "gran casa", me propongo desafiarlos para preparar el camino hacia la Universidad o hacia el proyecto que ellos decidan. Les inculco que los frutos que puedan tener en la vida, serán el resultado de una siembra que se da siempre en el hoy. Les muestro con mi propia experiencia personal que la vida siempre te abrirá puertas, y que confíen en sí mismos.
No todos los profesores desean ser directores de un colegio, algunos maestros desarrollan una profundidad en el aula, y pensar en todo lo que implica administrar y gestionar un establecimiento no les causa motivación. En mi caso, se presentó la oportunidad de hacerme cargo de una pequeña escuela, cuyo contexto fue la de una matrícula en declive. Fue un grado de responsabilidad distinto, pues tienes que tener la capacidad de ponerte en el lugar de todos los miembros de la comunidad educativa, los cuales esperan que las decisiones que se toman mejoren sus posibilidades de acción. Acepté el desafío, entendiendo que, aunque no fueran evidentes, siempre es posible encontrar recursos, y aunque las necesidades puedan ser muchas, siempre es posible priorizarlas.
Nos fue bien, la comunidad creyó en el proyecto, la matrícula creció. Luego, postulé a un cargo en una zona más cercana a mi casa. Creer en mí y siempre confiando en la guía de Dios, hoy me hacen convertir en el director mas jóven de la comuna de Toltén.
Qué valoro en un profesor
El profesor debe contar con las competencias necesarias para ejercer, pero eso no hace la diferencia. Se debe tener vocación por la enseñanza, confianza en los niños y confianza en sí mismo, es importante no limitarse y tener altas expectativas.
Todos aportamos en la construcción de una escuela efectiva, y ser consciente de eso es vital, y te llevará a desarrollar una práctica en donde la alienación no tiene cabida. El profesor que es consciente de su rol, es un gran canal que conduce y otorga sentido a la experiencia educativa.
