“Las ludotecas son mucho más que un montón de juegos y juguetes arrimados” explican sus responsables -Simón Carrera, Camila Saavedra y Pedro Riquelme, de Historia y Geografía, y Amparo Lobos y Fernando Carrera, de Educación Diferencial- son espacios de juego diseñados para el desarrollo de las personas, donde se motivan actitudes y valores que hagan posible una sociedad más comunitaria y solidaria, donde cada individuo pueda descubrir sus gustos, sus disgustos y sus sueños”.
La iniciativa ha adquirido gran auge en el continente en los últimos años, aunque desde los años ‘70 existe un movimiento para la creación de ludotecas que permite a mayor número de niños acceder a unos recursos lúdicos que normalmente están fuera de sus posibilidades y, de esta forma, les proporcionan la posibilidad de jugar y de desarrollar valores sociales.
A través del blog http://ludotecachile.blogspot.com/, “La Pirueta” da a conocer cómo se formó, en qué consiste, qué ventajas y qué servicio prestan a través de Ludoteca, y cómo “representa los sueños e ilusiones que nos han llevado a reunirnos desde nuestras individualidades para formar una colectividad”.
En términos operativos, señalan, se divide en áreas “que cuentan con el acervo lúdico necesario para que se puedan llevar a cabo todas estas actividades”. Está dirigido principalmente a niñas y niños de entre 4 y 12 años, con equipamiento especializado para el desarrollo de actividades de psicomotricidad, juego simbólico y también multimedia. Dispone de: Área de libros (incluye títeres y disfraces); Área de juego de roles; Área de manualidades; Área de juegos de mesa.
Ha sido diseñado para ser instalado en espacios sociales como poblaciones, albergues, sindicatos, centros culturales, escuelas autogestivas. De hecho, hace algunas semanas el grupo viajó la zona norte del país, junto a un grupo de voluntariado de las Federaciones de Estudiantes del Pedagógico y la Usach, para apoyar a pobladores de las localidades afectadas por el aluvión de fines de marzo.
Según da cuenta su testimonio, “durante cinco días, compartimos con más de cien niños y niñas, de entre dos y doce años, centralizándonos principalmente en el Albergue “Hernán Márquez Huerta” de Paipote y en el albergue de “Los Loros”.
En el lugar, constataron que los niños “son el grupo más vulnerable de la tragedia (…). Se evidencia que los aprendizajes adquiridos durante otras catástrofes en nuestro país (Chaitén 2009, Terremoto 2010, Inundaciones y abnegados en el resto del país) no han servido para generar planes de contención para la infancia en situación de catástrofe que tengan un sentido pedagógico y sicológico contextual y pertinente. Por ello sucede más a menudo de lo que quisiéramos, que niñas y niños son abandonados a la buena voluntad de la ciudadanía en general o al de las tías que trabajan en los albergues”.
En dicha ocasión, sus coordinadores también recalcaron la necesidad de “aportar desde nuestros saberes como futuros pedagogos, en el cotidiano de los niños, desde una visión pedagógica que es también política. Nuestro objetivo no es sólo distraer a los niños, sino acompañarlos promoviendo un espacio lúdico que promueva el juego libre y asociativo, donde niñas y niños puedan auto reconocerse y conocer a su nuevo entorno”.
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