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Lunes, 04 Abril 2022 15:29

#TituladaUMCE Marcela Barrón: "Tengo fe de que estamos construyendo desde las bases una sociedad mejor" Destacado

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La profesora en educación diferencial viene de una familia de educadores/as y actualmente se desempeña como supervisora de inclusión en la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) en la Región de Los Ríos.

Marcela Barrón Moya, profesora en educación diferencial con mención en deficiencia mental titulada de la UMCE, dice que en su caso, era casi imposible haber pensado en otra carrera. Su historia, su vida y su familia siempre ha estado ligada a la educación. "La pedagogía viene conmigo en los genes, vengo de familia de profes: mi mamá es profesora normalista, mi papá de educación básica y con estudios en pedagogía en educación musical en el Instituto Pedagógico. Tengo una tía profesora normalista y primas educadoras de párvulos, profes de básica y música. ¡Tenemos para armar un colegio!", cuenta entre risas.

De esa forma, en 1998 ingresó a nuestra Universidad "Tenía muy claro que quería estudiar educación diferencial, estaba entre el área intelectual y auditiva, quería estudiar en una universidad tradicional y no en una privada. Reconozco que me daba un poco de temor estudiar en el Peda, por los paros y protestas, pero mi anhelo era la pedagogía en educación diferencial y había que estudiar en la mejor", recuerda. "Entré a estudiar, por aquellos años, con un innovador plan de formación inicial docente (FID) en el que teníamos plan común los dos primeros años de diferencial y luego escogíamos nuestra mención. Ingresé y me titulé en noviembre de 2003", agrega.

Actualmente, Marcela se desempeña como supervisora de inclusión en la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) en la Región de Los Ríos, rol que cumple desde octubre de 2015. 

-¿Cuáles son tus mejores recuerdos de la universidad?

Lo primero que viene a mi mente son sus maravillosas áreas verdes, que te permitían estudiar y compartir con tus compañeros. Tantas horas en los pastos centrales o en los pastos de diferencial, detrás de nuestro edificio, queriendo mejorar el mundo, debatiendo y conociéndolo. En aquellos años, en un lento tránsito entre la escuela especial y los proyectos de integración, algo lográbamos escuchar sobre inclusión, más bien como un ideal o sueño. Sin duda que la amistad y compañerismo de aquellos años es algo que se añora y que hoy desde lejos de la capital (me vine a vivir a Valdivia el 2009) se atesoran y se mantienen en los recuerdos del alma.

Por supuesto que también aparecen los recuerdos de nuestras clases, con mis profesoras (la gran mayoría mujeres) a quienes siempre recuerdo con mucho cariño y admiración, especial mención a Ana Luisa Garrido, Patricia Araneda, Andrea Yñesta, María de Los Ángeles Álvarez, Delma Riquelme, María Soledad Abarca y dos grandes maestras que han abandonado este mundo terrenal: Flor Betancourt y Felicia González (Q.E.P.D.). Y bueno, cómo no mencionar en este recorrido a nuestra maestra de maestras, la gran Nolfa Ibáñez, Premio Nacional de Educación 2021, con quien tuve el privilegio de formarme los dos primeros años de la carrera en el plan común.

-¿Tienes algún referente o alguien que admires en tu área?

-Qué linda pregunta. La verdad es que a cada una de las mujeres que nombré antes, marcó de alguna manera mi formación y han sido un ejemplo a seguir en mi carrera profesional. Es difícil escoger a una sola, porque cada una desde su expertiz y calidad humana son maravillosas. Sin embargo, la vida profesional en 2015 me llevó a reencontrar en este ámbito a mi querida Ana Luisa Garrido, quien es mi referente técnico a nivel nacional en inclusión en la Junta Nacional de Jardines infantiles (JUNJI), con quien hemos logrado articular las miradas, conocimientos y experiencias en favor de la inclusión educativa en la primera infancia. Ella me enseñó en pregrado que todos podemos ser águilas doradas.

-¿Cómo fue tu primera experiencia laboral en el aula?

-Fue en abril de 2003, en una pequeña y muy humilde escuela de Casas viejas, en Puente Alto, mi querida escuela Los pinos. Me quedaba muy lejos, aunque estaba acostumbrada a que siempre todo me quedaba lejos porque vivía en San Bernardo, pero iba feliz. Trabajaba con niños/as pequeños/as de 2° básico y también de 7° y 8° año con una necesidad educativa especial asociada a discapacidad intelectual (deficiencia mental se llamaba en aquellos años), y el gran desafío fue desde enseñarles a leer, descubrir los números y la operatoria matemática. También entregar diagnósticos a las familias y pensar en la continuidad en la enseñanza media, algo muy revolucionario para ese tiempo, porque prácticamente no existían los PIE en Liceos. Fue un tiempo de mucho aprendizaje. Empecé con muy pocas horas, creo que eran 10 o 12 en la semana, el pago era mínimo, pero llegó a la puerta de mi casa, por recomendación de mi querida profe Sole Abarca, yo estaba haciendo la tesis con mis compañeras y me acomodaban las pocas horas de trabajo en ese momento.

Trabajando ahí me di cuenta de cuánto tenía que aprender. Cada día sentía que sabía menos y estudié, busqué información (con un muy incipiente Internet y buscadores muy precarios también), compartía con mis ex-compañeros/as de la universidad de mi curso o cursos más grandes, sobre sus experiencias, y también mis colegas de la escuela me ayudaron muchísimo. Este tiempo fue muy lindo, hice de todo con nada. No había material didáctico, ni fungible. Lo máximo era la sala de computación que no se usaba mucho por bajas competencias en TIC de los/as profes y porque eran muy pocos equipos, unos 5 para cursos de 35, ¿cómo lo hacías si todos/as querían estar frente al computador al mismo tiempo? Eran niños/as muy pobres, la tecnología en ese tiempo era carísima, los celulares solo eran para hablar y enviar mensajes de texto. La verdad es que si hoy vemos brechas, en ese tiempo recuerdo que eran muchísimo más notorias.

-Cuéntanos de tu actual trabajo ¿cómo ha sido la experiencia? ¿nos puedes contar alguna anécdota/recuerdo/hecho que hayas vivido allá y que haya sido significativo para ti?

-Mi trabajo consiste en apoyar técnicamente a los equipos de las unidades educativas, para propiciar y fortalecer la inclusión educativa en la primera infancia, ¡es un trabajo muy lindo!, que lleva consigo un gran desafío, que es contribuir a la construcción de una sociedad inclusiva, amable, tolerante, democrática, en la que todas las miradas son aceptadas y valoradas. Como dijo mi querida profe Paty Araneda, "la integración (en aquellos años de pregrado) tiene que iniciar en la primera infancia" (ella también trabajó en JUNJI en dirección nacional algunos años antes de que yo llegara a la institución).

Es un trabajo de mucho despliegue, con enfoque territorial. Asisto a todos los jardines infantiles de administración directa, en contextos urbanos y rurales, actualmente con las comunas de Valdivia, Máfil y Los lagos, y he tenido la oportunidad de trabajar en las doce comunas de la región, pues cuando llegué el 2015 tenía la misión de asesorar a toda la región. Es un trabajo de sensibilización y desafío constante, de identificar y derribar barreras que obstaculizan la participación y aprendizaje de todas las niñas y todos los niños. Como adultos/as fuimos educados/as en un enfoque individualista, segregador, competitivo, por ello la inclusión muchas veces se interpreta como una utopía, y yo tengo fe de que estamos construyendo desde las bases una sociedad mejor, pues solo desde la interacción, del compartir en diversidad, lograremos ser respetuosos/as de las características de cada ser humano.

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