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Lunes, 09 Mayo 2022 16:35

#TituladaUMCE Catalina Silva: "Es fundamental mantenerse enamorada y encantada de la profesión"

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Desde que ingresó a Pedagogía en Educación Parvularia confirmó que quería hacer de la Pedagogía su vida. 

Catalina Silva Riveros desde que comenzó a pensar en su futuro, no tuvo dudas en que Pedagogía en Educación Parvularia. Hoy, a sus 40 años, hace un recorrido a su camino en esta carrera que comenzó en la UMCE hoy la tiene siendo Educadora Pedagógica en Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI).

-¿Por qué decidiste estudiar pedagogía? ¿Por qué estudiar en la UMCE?

-La verdad es que no soy muy consciente del momento en que decidí empezar una carrera y una vida dedicada a la pedagogía, pero sí tengo claro que fue siempre mi primera opción y, tanto es así, que no postulé a nada más en ninguna otra institución. Obtuve un muy buen puntaje en la que antes fue la PAA. Desde que empezó en mi familia la posibilidad de ingresar a la universidad, supe que debía elegir la UMCE. Era la Universidad Pedagógica de Chile y yo estaría ahí. Nunca me planteé la posibilidad de hacerlo en un lugar diferente. Ingresé a sus aulas en el 2001 y me titulé en el 2008. Recuerdo que no asistí a la ceremonia, porque estaba trabajando. Y eso fue revelador. Hoy tengo 40 años, al ingresar a la Universidad tenía 19 recién cumplidos y desde esa época tenía la certeza de que no quería nada diferente a la pedagogía en mi vida, por el alcance que tiene, su influencia social, la necesidad de reflexión y cuestionamiento constante. El enfoque filosófico me atrapó y me cautivó los primeros años de Universidad.

-¿Cuáles son tus mejores recuerdos de la universidad?

-Los recuerdos más bellos que tengo son relacionados con la vida cultural que manteníamos ahí. Esa forma que nutre el espíritu, con las artes a nuestro alcance y de manera genuina, esas melodías improvisadas en algún grupo musical que se escuchaba a lo lejos, mientras intentábamos reunirnos con el objetivo de estudiar y coordinar algún trabajo pendiente. Recuerdo los largos días trabajando en la sala de edición, preparando material audiovisual, las mañanas entrando a la biblioteca, ese espacio era mágico. Recuerdo su olor y sus colores. Todo ello invitaba a la lectura, de esa lectura ávida de seguir avanzando más y más. Recuerdo también las caminatas desde Pedro de Valdivia hasta Macul. La entrada principal, que era tímida, pequeña y estrecha, pero era el ingreso a un mundo aparte. Hoy me doy cuenta que todavía añoro esos espacios: los estrechos caminos para llegar a Magíster, los árboles frondosos y enormes que nos llevaban a Historia, la ferviente actividad tan coloquial, tan cotidiana de los pastos centrales.

Años después volví. Llevé a mis hijas para mostrarles dónde había dejado parte de mi vida y desde dónde había traído lo que era en ese momento.

-¿Tienes algún referente o alguien que admires en tu área?

-Las áreas que abarca mi labor son muy amplias y mis referentes han sido varios/as, desde cada especialidad, sin embargo, hay quien marcó mis años como estudiante y posteriormente mi rol como educadora: Humberto Maturana, de quien aprendí la simplicidad de la filosofía cuando es aplicada al amor. Y de quien tengo recuerdos hermosos es de Mónica Morales, a quien conocí como profesora de psicología y me enseñó acerca del empoderamiento en la labor educativa y de la relevancia de nuestro rol en la formación de la sociedad como tal. Paradojalmente, hoy ella es quien dirige la institución a la que pertenezco desde que egresé (JUNJI) y es desde esta función como Educadora Pedagógica donde puedo ejercer mi rol a cabalidad. A lo largo de mi formación, que es permanente y sistemática, he vivido experiencias maravillosas y he conocido gente que lucha cada día por alcanzar sueños y anhelos.

-¿Cómo fue tu primera experiencia laboral en el aula?

-Mi primera experiencia como educadora de párvulos fue precisamente en el jardín infantil de los hijos e hijas de los estudiantes de la Universidad. Funcionaba a pura fuerza de voluntad, con puro empuje de las familias, conociendo solo de amor por los niños y niñas que lo habitaban. Compartimos tardes soleadas bajo un árbol de limones y dibujando recostados en el pasto, esperando a que el papá o la mamá terminara sus clases o algún trabajo pendiente. Recuerdo a Teo y su mamá, que un día lo dejó en el jardín muy nerviosa y emocionada porque tenía que rendir su última prueba antes de egresar de la licenciatura. Y compartimos ese momento. Me quedé con su niño, sintiendo su emoción también.

-Cuéntanos de tu actual trabajo, ¿cómo ha sido la experiencia significativa para ti? ¿Cuál ha sido el mayor aprendizaje en este contexto de pandemia?

-Desde 2008 me dedico a ser Educadora Pedagógica en JUNJI, realizando labores de diversa índole. Siempre investigando nuevas estrategias innovando en cuanto a la inclusión, relevando el rol de cada niño y niña hacia su protagonismo, potenciando sus habilidades y movilizando todas aquellas experiencias previas que permitan mejores formas de hacer propios los aprendizajes. He desempeñado funciones organizativas en cuanto a proyectos trabajo de manera integral con las familias y la comunidad, encabezando programas gubernamentales con respecto al fomento de la lectura, lo cual es fundamental en el desarrollo de habilidades complejas de los niños y niñas, capacitando a la comunidad educativa en cuanto a la innovación en la evaluación de la educación parvularia. Para todo ello es fundamental mantenerse enamorada y encantada de la profesión y por ese motivo nunca he dejado de capacitarme en diversas áreas como, por ejemplo, psicopedagogía; evaluación; Plan nacional de la lectura en el Ministerio de Salud; salud bucal de los niños y niñas en Chile; Ley de probidad; políticas públicas que abordan temáticas de mejoras en la niñez de nuestro país (diplomados posgrados, cursos, seminarios, otros); y actualmente estoy cursando la carrera de Trabajo Social con el objetivo de tener más alcance en la labor que realizo y así lograr hacer gestión desde otras áreas para ir en apoyo de familias y comunidades.

Hoy me detengo más a mirar a mis hijos. Cada uno en sus distintas etapas me necesita de manera diferente:
Elena, de 14 años, está impaciente por conocer el mundo
Isabel, de 11 años, es una artista y su sensibilidad es apabullante
Enrique, de 5 años, se inicia en enfrentar nuevas dificultades y resolver sus problemáticas
Gabriela, de 3 años, es curiosa y desafiante
Laura, de 7 meses, es dulce, graciosa y nos llena de su ternura.

Cada uno/a me demanda tiempos, ritmos y momentos en intensidades y situaciones diversas. Todos/as me enseñan y me hacen caer en la cuenta que tengo el trabajo más hermoso que pueda existir. Soy afortunada y agradecida de la vida que hemos formado. Tengo una familia hermosa. No ha sido fácil, hemos conocido de dulce y agraz como familia, sin embargo, puedo decir que se puede, siempre se puede

 

 

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