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INFORME DE LESIONES - JORGE TACLA

 “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente”.

Jorge Luis Borges. La biblioteca de Babel

La Naturaleza, emergiendo de entre las páginas de aquellos libros arruinados por el agua y el barro comunicaba la vitalidad de lo que, habiendo vuelto al origen, se transformaba alquímicamente en una posibilidad de ciclo vital. La reciente exposición “6134, del barro al arte”, denunciando la desidia humana que propició este desastre, fue la mejor respuesta que la librería Catalonia pudo impulsar desde la creatividad.

Ello no ha sido lo que ha acontecido, en demasiadas ocasiones, cuando  se han destruido desde una impune barbarie, libros y bibliotecas. El resultado son cenizas y escombros tiznados. Para no olvidar. La memoria y el recuerdo han sido las únicas dimensiones plausibles que recogen, en los agitados vientos temporales, las señales y huellas de aquel Universo, que es el uno y el todo, es lo entero, es la vita; toda la vida. Es, también, el principio.

Y en el comienzo fue el Caos, nos explica Hesíodo en la Teogonía. Anterior a los dioses y a las fuerzas elementales, existía para la antigüedad grecolatina el Caos (en griego Χάος), lo que nos remite al estado primigenio del Cosmos, el cual es espacio infinito, abismal. Ese caos primordial es, entonces, también el Universo. En el ciclo del eterno retorno, lo que se abandona, vuelve inexorablemente al estado del comienzo. Fue, tardíamente, cuando al concepto caos se le dio la connotación de confusión (Ovidio y su Metamorfosis).

Por otra parte, Caos es “espacio que se abre”, “hendidura” “agujero”, y procede del verbo χάω, que significa “bostezar, estar abierto”, “abrirse una herida” o el “abrirse de una caverna”.

Abertura, que es herida o es caverna. Esta última, en el mundo de los orígenes, es una verdadera herida y útero terrestre. Es umbral de iniciación, símbolo de develación.

El concepto Verwindung[1], nos traslada semánticamente a la vivencia del dolor, a la herida que no nos abandonará, como recuerdo y compañía constante del ser humano trashumante, nómade siempre. Con todo, esa herida es parte del ciclo de la vida, o sea, necesaria para nuestro ejercicio humano, porque la tolerancia, no es solo con los demás. Es necesario practicarla con nosotros mismos, en nuestro constante deambular vital. “La grandeza del hombre está en ser un puente y no un propósito: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso”[2].

 

Fernando Báez, en Historia universal de la destrucción de los libros: de las tablillas sumerias a la guerra de Irak, una obra ampliamente recopilatoria, demuestra nuestro descuido y abandono del libro y la biblioteca. O, lo que es lo mismo, nuestro abandono del Universo, del Cosmos. La humanidad se ha empeñado en trasvasijar, en textos diversos, sus logros y conquistas. Pero, a la vez, se ha empeñado inmisericordemente, en destruir estos depósitos memoriales, desde el mundo antiguo hasta el presente. Ello nos ha llevado a contemplar la historia a retazos, despedazada. Son verdaderos fogonazos que, indudablemente, muestran un mundo incompleto y muchas veces distorsionado, más allá de la interpretación posterior. Este libro finaliza con episodios del siglo XX y XXI, tales como la Guerra Civil española, lo ocurrido en Alemania bajo el imperio Nazi, la revolución cultural China, la dictadura militar en Argentina y las guerras de los Balcanes, para finalmente concluir con lo sucedido en Irak durante la guerra del Golfo. Desde nuestra historia local, podemos agregar la quema directa e indirecta de libros, consecuencia de los primeros tiempos de la dictadura militar en Chile.

Como corolario del espanto, asistimos hoy a la evaporización virtual del libro en estos tiempos en los que vivimos atrapados En el enjambre, en términos de Byung-Chul Han. Es el último estadio del ahogo de la libertad que, en definitiva, es lo que persigue toda destrucción del libro. Hoy “los habitantes del panóptico digital no son prisioneros. Ellos viven la ilusión de la libertad” (Han, p. 100). Ya no importa que un poder externo nos prive de lo que entendemos por libertad. Somos nosotros mismos, prisioneros sin conciencia, los que creyéndonos libres, estamos más presos que nunca antes. Prisioneros de la red. Reos de la virtualidad, paradojalmente, elegida libremente por cada uno.

Las imágenes recorren estas catástrofes, que siembran el paisaje natural de ruinas y escombros, provenientes no de la naturaleza, sino de la voluntad humana. La pregunta gira en torno a las razones del temor frente al libro y a las bibliotecas. En Farenheit 451, el libro debe arder. Las llamas no purifican, sino que groseramente destruyen, pulverizan. No hay una sintonía armónica con la Naturaleza. Anselm Kiefer, (incluso ahora sin su presencia corporal en Barjac), nos lleva al límite de lo apocalíptico, aunque en consonancia con el Universo: “Sobre tus ciudades crecerá el pasto”, nos interpela desde la creatividad artística, en este retorno del Mito primigenio. Nuestras construcciones, nuestro habitar, volverán invariablemente a su ciclo natural, más allá de la presencia humana.

Ese horizonte que se no escapa, es el futuro mismo. Aún más. Este horizonte siempre será elusivo. Nunca lo habitaremos realmente. Nos obliga a la vida nómade. Este Apocalipsis, al ser contenido en un libro, nos enfrenta con los ojos y sentidos plenos a esa herida, que es pura posibilidad y, por ello, se construye como un habitar trashumante. Es el Universo nuestro hogar. Allí está nuestra casa.

¿Es también aquel territorio, develado en la obra de Jorge Tacla, su permanencia infinita? ¿Habita él, desde la propia revelación, aquellos paisajes de destrucción y a la vez de universalidad, o sea de vida? Vida que, indefectiblemente, en algún remoto tiempo, nuevamente germinará.

¿Es la Naturaleza-Universo la habitación definitiva?

Víctor Hugo López Sandoval

 


[1] Término utilizado por Heidegger. Proviene de Wunde= herida. No implica la superación o sublimación de esta herida, sino el convivir con ella y su dolor.

[2] En alemán la frase es “Was gross ist am Menschen, das ist, dass er eine Brücke und kein Zweck ist: was geliebt werden kann am Menschen, das ist, dass er ein Übergang und ein Untergang ist”. En F. Nietzsche: Also sprach Zarathustra. Ein Buch für Alle und Keinen. La traducción al castellano de Untergang como ocaso, resulta demasiado parcial, teniendo en alemán mayores matices. Literalmente significa, caminar (gehen) hacia abajo (unter). Una interesante lectura es ver el concepto bajo la idea de la catábasis griega, o sea el viaje del héroe al inframundo. Por otra parte el juego etimológico y fonético que se produce entre Übergang (que se puede traducir como transición) y Untergang, desaparece con la traducción.

 

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