En Chile existen más de 40 aulas hospitalarias, desde Iquique a Puerto Montt, que atienden a niños y niñas que están en situación de enfermedad. Todos quienes asisten a estas instalaciones lo hacen con la idea de regresar a colegios regulares, y es ahí donde una serie de factores se conjugan para concretar la inserción/reinserción.
En esa línea, Lorena Sotomayor (kinesióloga) y Tatiana Díaz (profesora de educación diferencial), ambas de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE) unieron fuerzas y enfocaron su trabajo investigativo a esta desconocida realidad, que no está incluida en prácticamente ninguno de los programas de estudio de las universidades que imparten pedagogías.
“En la Universidad se dieron cuenta de que desde la academia se podía cooperar con lo que ya hay en aulas hospitalarias, aportando con investigación, viendo qué es lo que pasa en estos procesos educativos que son diferentes, qué pasa con las habilidades que los profesionales deben desarrollar para trabajar en esos contextos”, afirma Lorena Sotomayor.
Motivadas por las preocupaciones de los profesores que actualmente trabajan en estas aulas no tradicionales, Sotomayor y Díaz enfocaron su primera investigación en los factores que influyen en el paso de los niños y niñas desde escuelas hospitalarias a las convencionales.
“A ellos les preocupaba mucho este tránsito entre que un niño se recupera y ha estado durante un tiempo prolongado en este proceso educativo distinto: sala pequeña, con pocos niños, donde prácticamente tienen a un profesor particular. Ese tránsito de pasar de un contexto educativo como lo es la aula hospitalaria a uno donde tienes aulas completas, salas de clases con muchos niños, el profesor que no está siempre dedicado a ti”, cuenta Lorena.
La primera experiencia en aulas hospitalarias en Chile ocurrió en 1960, en el actual Hospital Regional de Concepción. Las escuelas intrahospitalarias posteriores, en tanto, han transitado desde el mundo privado, por medio de fundaciones, y público, a la par que aumentan y en la actualidad aportan con la educación de más de mil 200 niños, niñas y jóvenes con enfermedades crónicas y ambulatorias en Chile. Y al abandonar el hospital, deben regresar a los colegios tradicionales.
“Estas aulas hospitalarias están reconocidas por el Estado, su certificación y evaluaciones son como las de un colegio regular”, afirma Sotomayor y agrega en cuanto a las dificultades del proceso “los padres son los que tienen mayor inseguridad, temor frente al bullying, pues el niño llega distinto físicamente”.
Volver al colegio
Lo que sí resultó ser un factor negativo del proceso, fueron los aspectos administrativos. “Los colegios regulares desconocen esta situación; primero, piensan que el niño no ha aprendido nada durante todo ese tiempo, minimizando los logros educativos que los chicos pueden haber tenido, y eso también genera resistencia de los profesores a aceptar a los niños”.
El trabajo, que incluyó el estudio de casos de colegios particulares, subvencionados y municipales en regiones y en Santiago, finalizó en 2015 y junto a las trabas administrativas, también descubrieron que hay un desconocimiento total de lo que son las aulas hospitalarias en los colegios regulares. “Los profesores deberían saber en qué consisten, cuáles son las adecuaciones hechas, cuáles son las metodologías que se ocupan. Y eso no existe”.
De acuerdo a la kinesióloga de la UMCE, en las aulas hospitalarias se les da seguridad y confianza a los niños y aunque no vean todas las materias igual que en un colegio, no se van quedando atrás, sino que van desarrollando habilidades propias.
“Tratamos de dar cuenta de que existen estas realidades, de que no se pueden homogenizar. Uno de los temas que nos interesa es que el propio sistema educativo tenga esa mirada inclusiva, que esté preparado para ser inclusivo” finaliza Lorena.
Por Daniela Abarca González, Redencuentros.org