Nuestra casa de estudios, agrega, ha estado ligada a una forma de expresión que ocupa “como soporte el muro y que viene de tiempos inmemoriales como embellecedor y como relator de la historia de nuestro país y que de a poco se hizo presente en las calles de la ciudad de acuerdo al movimiento social y político que se generó en los años ‘60”.
Un referente de ese ebullir popular fue Alejandro “Mono” González, añade Berríos, “uno de los creadores de la Brigada Ramona Parra, que el año pasado expuso sus dibujos y grabados en nuestra sala de exposiciones Galería Nemesio Antúnez y que hoy lo tenemos como uno de los destacados profesores de los talleres de la DEX (junto a Gustavo Meza, José Seves y Rafael Rubio).
En ese afán de participación abierta que tienen los talleres del el “Mono” González, invitó a Erico Marchant, joven muralista y dibujante de 28 años, miembro de la dupla ‘Minero 34’, quien presentó testimonio del trabajo actual que desarrollan los artistas graffiteros y muralistas.
Erico proviene de barrios de Santa Rosa. A los 16 años partió haciendo rallado en las calles. Luego tomó conciencia del dibujo y del arte y la puntura y la volcó al mural. Aprendió a pintar como una forma de denuncia, primero, y luego, a partir de los 22, se volvió a la plástica. Hoy desarrolla mural denuncia y también poético.
Define Minero 34 como una intención muralista, con elementos de humor, contradictorios también –dice- con el mural, la denuncia y la publicidad: “en ese sentido tratamos de usarlo como denuncia”.
Sus grafitis, lo firma como ‘Oficio’ hace tiempo, interviniendo lugares específicos de la ciudad, antiguas fábricas. Sigue la tradición muralista de Moreno Villa, y se relaciona mejor pintando en altura, usando un extensor y letras gigantes, sobre 3 metros de altura. La llama una misión anónima y clandestina. Sus murales son todos clandestinos, salvo unos pocos que son autorizados por personas que lo conocen. En los otros casos, dice, prefiere “pedir disculpas que pedir permiso” porque eso le enseñaron: “mejor actuar”.
Estudió Artes Visuales durante tres años en la ARCIS: “no tenía plata y gastaba mucho y para desarrollar el arte que yo quería, no necesitaba estar estudiando. En vez de profesores, decidí buscar maestros –Mosca, Santiago Villa y otros que ha encontrado en la calle, algunos de pincel y de brocha gorda también-. Filósofos y poetas, porque la poesía también nutre a la pintura (…). Una formación informal no necesita una forma establecida para legitimar quién es pintor o no”.
“Un profesor de pintura te enseña a pintar, pero no la forma correcta de limpiar una brocha, eso se ve en el oficio; cosas más humanas porque el mundo del arte es cerrado, hermético, de muchos egos, rivalidad y competencia. Yo lucho contra eso”, señala.
Pinta para su madre, obrera, y para sus vecinos que transitan apretados en las micros, quienes en un paradero se encuentran con uno de sus murales, que les dice algo o tal vez no. Pero “ya es una irrupción de la realidad”, comenta.
El régimen económico actual, reclama, “capta esta manifestaciones y se las quiere apropiar, las tecnifica: marcas de bebida se apropian de grafitis de la calle para llamar la atención. Nosotros luchamos en contra de ellos”, concluyó.
Erico Marchant, junto a "Mono" González