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Martes, 11 Agosto 2015 00:00

Entrevista. Obras Completas de Francisco Bilbao: Contra la producción de su olvido Destacado

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De izquierda a derecha: Alejandro Madrid, Álvaro García San Martín y Rafael Mondragón. De izquierda a derecha: Alejandro Madrid, Álvaro García San Martín y Rafael Mondragón.

Con ocasión de la conferencia y presentación del libro del académico mexicano Rafael Mondragón (Universidad Nacional Autónoma de México) ‘Filosofía y narración. Escolio a tres textos del exilio argentino de Francisco Bilbao’, recientemente editado por la UNAM, y que forma parte del trabajo de investigación y de edición crítica de la obra de Francisco Bilbao iniciado en conjunto con los profesores Álvaro García y Alejandro Madrid de la UMCE, "El Desconcierto" entrevistó a los tres académicos investigadores.

En el 2014, ediciones El Desconcierto publicó el volumen IV de las Obras Completas de Francisco Bilbao, sin perder, desde entonces, el anhelo de avanzar en los restantes tres que le preceden y los cuatro que le siguen.

Viejas referencias y más de algún azar, produjeron el encuentro de la editorial con los investigadores de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE) que venían realizando un inédito proceso de recopilación de su obra desde un ejercicio acucioso y crítico. Desde una cierta comprensión de la biografía y el contexto histórico e intelectual de Francisco Bilbao, Álvaro García San Martín desarrollaba una importante labor de organización y anotación de la obra, y Alejandro Madrid aportaba traducciones del francés.

Para nosotros es una circunstancia un tanto extraña —aunque no debería serlo—, que un joven investigador mexicano termine convirtiéndose en uno de los mayores conocedores de la figura y la obra de Francisco Bilbao. Cuéntanos Rafael cómo ha sido esa trayectoria.

RM: Tu pregunta se puede responder de dos maneras. Con una historia personal y con una reflexión de lo que significa la compleja entrada a clásicos como Bilbao, que hacen que uno tenga que dar rodeos que probablemente un alemán que estudiara a Hegel o un francés que estudiara a Rousseau no tendrían que dar.

Comencé a estudiar a Bilbao en 2005. Estaba a punto de titularme y tomé contacto con un historiador argentino de las ideas exiliado en México, Horacio Ceruti, que en su clase de filosofía latinoamericana nos entregó una lista de autores sobre los cuales se había dicho muy poco. Comencé por la letra B porque no había ningún nombre en la letra A, y ahí estaba Bilbao, Francisco.

Cuando comencé a estudiar los textos me di cuenta que si quería hacer un comentario sostenido sobre ellos, debía hacer un trabajo previo que no sabía cuánto tiempo me iba a tomar. Y bueno, tardé diez años.

Ese trabajo me llevó a preguntarme por el modo en que la obra de Bilbao había sido trasmitida hasta el presente, por las mediaciones tanto materiales como políticas que habían impedido un proceso de trasmisión, digamos, más sencillo, como en el caso de los autores europeos que mencionábamos.

Se requiere hacer entonces un seguimiento de las ediciones de sus textos, un cotejo de sus variantes, una serie de otros trabajos para los cuales un estudioso de la filosofía no se encuentra preparado y en América Latina menos que en otros lugares, porque la academia filosófica latinoamericana, ubicada en un contexto neocolonial, está acostumbrada a comentar textos de cuya historia no sabe hacerse cargo, y eso es algo que hemos trabajado mucho con Alvaro y con Alejandro. Comentar un texto de Aristóteles, o de Benjamin, sin tomar conciencia de la historicidad y la conflictividad que construyó sus condiciones de legibilidad, es una cuestión muy común. Es algo que nuestra academia filosófica no está acostumbrada a hacer, porque implica una relación con la lengua a la que no estamos acostumbrados.

Entonces comencé en 2005. Solo quería hacer un pequeño texto, un trabajo sencillito, y terminé embarcado en viajes que me permitieran fotografiar primeras ediciones y explicarme por qué ocurría que una edición de Francisco Bilbao hecha en el siglo XX tenía textos que yo había encontrado en ediciones del XIX y que eran completamente distintos. Había palabras que cambiaban, y eso alteraba su pensamiento.

Esto no ocurre solo con Bilbao. Ocurre con todos nuestros pensadores. Hay muy pocos de ellos sobre los que se esté haciendo un trabajo como el que se hace en este proyecto de El Desconcierto.

¿Cómo el proyecto de las Obras Completas en que estamos embarcados se hace cargo de eso? ¿Qué Bilbao, en definitiva, nos propone?

AG: Un Bilbao que pueda ser leído. La edición de las Obras Completas, con las introducciones de cada volumen y las notas a cada texto, y de paso en esa tarea la reconstrucción de su biblioteca, sin decidirla lo proponen a una lectura.

Habría que partir por recordar que las Obras de Bilbao fueron publicadas por primera vez en Buenos Aires por su hermano, en 1865 y 1866, inmediatamente tras su muerte. Son dos tomos, que incluyen también una biografía, y que tienen en conjunto alrededor de 1.200 páginas. Existió, en segundo lugar, en 1876 en Santiago, un proyecto de edición que es el que me parece más fascinante, que solo llegó hasta la maqueta que actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional, interrumpido en la página 400 y tantos. Es un proyecto inconcluso. Luego en 1897 y 1898 hay una edición que realiza Pedro Pablo Figueroa en cuatro tomos, acompañado de un volumen quinto biográfico, que suman alrededor de 1.500 páginas. En La Cañada he publicado los documentos que debaten la figura intelectual de Bilbao durante el siglo XIX a partir de las ediciones publicadas.

Hacia el siglo XX las ediciones de las obras de Francisco Bilbao son todas antologías, incluyendo la tan importante publicada por Alejandro Witker en Biblioteca Ayacucho, y hay algunos trabajos históricos y filosóficos que representan una gran contribución, como el de Sergio Grez. Más recientemente, creo que el único trabajo de edición serio y riguroso es el de David Sobrevilla sobre los escritos peruanos de Bilbao, pese a las insuficiencias que tiene y a las inexactitudes en que a veces se incurre. Teniendo a la vista esas ediciones, y todas en verdad, y dejando de lado la edición de Alberto Bravo, por descuidada e incompleta, lo primero que hicimos cuando pensamos en editar críticamente la obra de Bilbao fue intentar una organización. Principalmente porque, aunque no se trata de un sistema filosófico, hay en su interior ciertas coherencias, ciertas insistencias, junto a cierta movilidad y algunos desplazamientos. Hay una historia que se puede rastrear en el cuerpo escrito de ese pensamiento. Eso nos llevó a detenernos primero en algunos hitos que sirvieran de referencia para organizar esa obra, sin que ellos sean definitivos ni marquen discontinuidades. Porque además hay tensiones aunque sean relativamente muy pocos años de escritura. Desde los primeros textos de 1842 hasta los últimos de noviembre de 1864, son veintitantos años de escritura y de actividad política donde hay algunos momentos discernibles.

Creo que hay uno inicial, que podemos llamar de formación, que es la que recibe primero en el Instituto Nacional en Santiago de Chile y luego en el Colegio de Francia en París. Ahí hay un conjunto que uno puede mantener en una cierta unidad. A él pertenece “Sociabilidad chilena” de 1844 y “Los Araucanos” de 1847. Hacia el año 49 en París, posterior al 48 francés del cual es por lo menos testigo, publica un texto muy interesante que puede ser usado como un hito de referencia, permite mirar hacia atrás y hacia adelante el trabajo que va a realizar luego en Chile y Perú. Ese texto dice relación con una decepción de Francia y de la ciudad de las luces filosóficas y políticas, con una crítica a Europa y al eurocentrismo, crítica que le va a permitir intentar un ejercicio que no es ya la puesta en práctica de una teoría filosófica y política decidida en francés. Es un texto que publica en La Tribuna de los Pueblos el 4 de mayo de 1849. Si uno lee ese texto y ve lo que sucede con posterioridad en “Los boletines del Espíritu” de 1850, en el trabajo que realiza en la Sociedad de la Igualdad, en los distintos escritos que publica en Perú entre 1851 y 1855, como “El gobierno de la libertad”, donde puede reconocerse una segunda unidad, en la que es central la cuestión del derecho de asociación y la crítica a la representación política, donde es central el programa de lo que Bilbao llama el “gobierno directo del pueblo”.

Enseguida, hay un texto que Bilbao publica en el diario El Comercio de Lima el 14 de mayo de 1855, inmediatamente anterior a su partida hacia Europa por segunda vez. Es un texto desconocido, todavía inédito, una carta que escribe a José Casimiro Ulloa. Ulloa, peruano, está en París, Bilbao está en Lima y escribe “La guerra de Oriente y América”, así se titula esa carta que nos permite leer todo el período anterior bajo la forma de la indelegabilidad de la soberanía popular, y permite anunciar, a partir ahora de su decepción de América, lo que va a suceder cuando Bilbao llegue a Europa por segunda vez y se le vuelva visible América.

A partir de ese momento, el tercero que identificamos, es el momento en que escribe textos tan relevantes como “El movimiento social de los pueblos de la América meridional”, o más todavía “La iniciativa de la América”, que están recuperados en el tomo IV que ya hemos publicado, y todo el trabajo que va a realizar en Argentina, donde ocurre la instalación del nombre América Latina y la crítica al mismo a la vista de lo que hay en juego en esa instalación a propósito de la invasión francesa a México, y escribe “La América en peligro” y “El evangelio americano”.

Esos tres momentos son los que aparecen en el plan de edición que hemos propuesto tentativamente, y cuyos textos están distribuidos en nueve tomos, incluyendo en el noveno el Epistolario y el Diario. El primero contiene sus textos de formación; el segundo y el tercero, sus textos igualitarios; el cuarto, la cuestión de América Latina; y el quinto, el sexto, el séptimo y el octavo incluyen sus numerosos textos publicados en la prensa argentina, que son en su mayoría completamente desconocidos.

Comenzamos publicando el tomo IV, ahora estamos trabajando en torno a la publicación de los tomos II y III. Expliquen por favor cuál es la lógica que está presente allí.

RM: Hay que entender que no todos los grandes pensadores escriben para convertirse en estatuas. Es el caso de Bilbao, que no tuvo el gesto editorial de otros patriarcas culturales del siglo XIX como Andrés Bello o Domingo Faustino Sarmiento, o del siglo XX como Octavio Paz o Jorge Luis Borges. Ellos trataron de crear un monumento de sí mismos al proponer una manera de editar sus propias obras, un monumento que creaba una imagen única, estable y homogénea de su pensamiento, limando sus momentos de contradicción y exploración.

Bilbao fue un autor con una gran coherencia, pero también con una decisión de pensar en su tiempo, lo que implica crear un pensamiento que se mueve. Era necesario entonces que creáramos un gesto editorial que mostrara la capacidad de respuesta de Bilbao a su historia, la riqueza de sus planteamientos con las polémicas que fue capaz de despertar. Eso tiene que ver con la forma de anotar los textos, tiene que ver con las razones para recuperar textos que desde otras perspectivas se podrían considerar menores, desde la pregunta sobre qué es lo mayor y qué lo menor, cuestión que está presente además en Bilbao en los últimos años de su vida, cuando probablemente bajo la influencia de la enfermedad decide poner orden a su archivo personal y hacer segundas ediciones de sus obras, recopilando textos que considera importantes, donde al lado de textos fundamentales como “La América en peligro”, decide incluir otros que tienen que ver con su capacidad de intervenir en el espacio público, discursos, textos que no habían sido editados.

Eso también explica por qué comenzar por el IV y no con el I. Cuando hablábamos de hacer por fin la edición de las Obras Completas, queríamos comenzar por los textos que sabíamos que iban a tener mayor pertinencia en el contexto presente, en lugar de construir una visión arqueológica que podría haber sido más correcta desde otra perspectiva, pero que habría convertido a Bilbao en una pieza de museo.

De manera muy señalada, Álvaro y Alejandro habían hablado de la conveniencia de abrir el problema del nombre América Latina y del proyecto que se esconde detrás de ese nombre, a partir de la edición de un conjunto de textos que permitían desordenar el sentido común en que usualmente se responde esa pregunta.

Por eso también me parece importante seguir con los volúmenes II y III que son los más políticos en algún sentido. En el volumen II estarán los textos que le han dado ese papel en la memoria popular chilena que como mexicano me parece tan fascinante. Eso que hace que en un primer momento, cuando llego al país, todo el mundo me dice “¿Bilbao? ¿Pero por qué trabajas a Bilbao? Aquí nadie se acuerda de Bilbao”, y en un segundo momento, resulta que Bilbao está en todos lados. Es una figura no conocida pero sí reconocida con aprecio por una cantidad de actores sociales que no tienen relación con el mundo académico, pero que se dan cuenta del valor simbólico que tiene su figura.

Hace unos días, de hecho, estaba tomando un café con una querida amiga que participa del movimiento de defensa de la filosofía en la escuela, y tenía sobre la mesa este libro que publiqué en México sobre la filosofía de la historia de Francisco Bilbao. Ocurrió que dos señores, ya mayores, que estaban en una mesa al lado, se fijaron con mucha cautela y mucho respeto en el libro, y en un momento no aguantaron la curiosidad y me dijeron “disculpa, podemos ver tu libro”, entonces mi amiga les dijo que yo era el autor, y me trataron como si fuera un cercano. Ese tipo de cosas me ha pasado mucho más de lo que me hubiera esperado, y tiene que ver con el tipo de canonicidad débil que tienen nuestros clásicos, que tienen capacidad de acción social a pesar de no haber sido leídos. Por eso hay que seguir con el tomo II y el III, porque allí están sus textos políticos, su búsqueda de una democracia republicana plena, que tienen una enorme pertinencia hoy, tanto por la discusión sobre la Asamblea Constituyente como por las preocupaciones que uno puede ver en los movimientos de jóvenes.

Creo que los filólogos, los historiadores de las ideas y los organizadores de archivos hacemos un trabajo político de esa forma, miramos al presente sin mirarlo directamente, construimos una pregunta desde el pasado que permite mirar al presente como algo que no se da por sentado.

Siguiendo esa línea, les pido una reflexión sobre la actualidad que se puede leer en el tema del “gobierno directo del pueblo”.

AM: Me parece que hasta ahora se ha tendido a mirar a Bilbao como un autor del pasado, y sin embargo lo debemos leer desde el presente, a la manera que aconsejaba Benjamin.

Al abrir los textos de Bilbao, uno se da cuenta que los problemas de que trata no están cerrados, y son los mismos que nos ocupan hoy. Hablar por ejemplo de la Revolución del 48, donde estuvo inmerso Bilbao, ¿qué quiere decir entenderlo como un revolucionario del 48, cuando ese es un hecho que no está cerrado? Michel Riot-Sarcey y Maurizio Gribaudi han escrito un libro importante: “1848, La Revolución olvidada”. En él muestran que en esa revolución, que tuvo lugar de febrero a junio y rápidamente ahogada, se intentó desarrollar un sistema de democracia directa que reemplazara la representación en la Asamblea. Bilbao participó en esa revolución, y no es casual si sus escritos defienden también un sistema de democracia directa. Ese problema, por supuesto, no sólo no está cerrado sino que constituye uno de los nudos de la política hoy en día, ya sea en la España del Podemos o en el Chile de hoy, con sus exigencias de una Asamblea Constituyente.

Por otra parte, Bilbao como autor del nombre América Latina, cuestión que no está cerrada y tampoco lo estaba para Bilbao mismo, que acuña el nombre y después de un tiempo deja de usarlo de una manera completamente intencional. El por qué del uso y de su abandono es hoy muy importante.

Del mismo modo, los conceptos de democracia y representación, que hoy están en crisis, bueno, en el tiempo de Bilbao ya estaban en crisis y él mismo da cuenta de ello. Hay una reseña de Pascal Duprat, asambleísta del 48, sobre unos textos de Bilbao donde aboga por una democracia directa, en que los representantes del pueblo no sean soberanos, sino que la soberanía recaiga directamente sobre el pueblo. (NOTA: Se incluye el texto de Duprat el final de esta entrevista)

RM: Varias décadas antes del surgimiento del anarquismo, Bilbao es el primer teórico latinoamericano de lo que podríamos llamar la democracia radical y de la soberanía no delegada. El historiador argentino Roberto Gargarella ha mencionado que Bilbao ocupa uno de los puntos más altos del pensamiento del derecho de una forma que no es liberal ni conservadora, que él define como una tradición que llama radical o igualitaria, donde se inscriben personajes de la época del gobierno de Benito Juárez en México, como Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, como el ecuatoriano Juan Montalvo, el colombiano José Murillo Toro, que están pensando la democracia en términos distintos a como la piensa el liberalismo, un pensamiento que se caracteriza por una crítica fuerte del presidencialismo y la concentración de poderes, por una defensa de distintas formas de asociacionismo que le dan un contenido material a la democracia, porque al asociarse la gente se hace capaz de sostener su soberanía. Una defensa además de la libertad, que está pensada no solamente en términos formales sino también materiales.

carta arcos a bilbaoAG: El texto clave para leer sobre esto en Bilbao es “El gobierno de la libertad” de 1855, texto que se vincula con la última parte de la respuesta de Bilbao a la “Carta a Francisco Bilbao” de Santiago Arcos, donde Bilbao elabora un programa político que difiere del de Arcos, porque mientras Arcos proponía un programa de expropiación y distribución de la propiedad, Bilbao apostaba a un sistema de “crédito”. La idea sin embargo de una democracia “verdadera” encuentra algunas preparaciones muy anteriores al tiempo de la Sociedad de Igualdad. Ya en 1843, cuando todavía es un estudiante en el Instituto Nacional y antes de “Sociabilidad chilena”, en el tiempo de su traducción de “La esclavitud moderna” de Lamennais, hace una crítica del sistema educacional y del sistema parlamentario chilenos según la cual tanto la educación como el parlamento reproducen sin transformación los privilegios de clase y la estructura social. De tal manera que cuando está pensando en un gobierno directo del pueblo, sostenido en la idea de que no hay delegación posible de la soberanía, que la soberanía popular es irrepresentable, está pensando precisamente en la conformación de un sistema no representativo que permita alguna transformación de aquello que se agita en el texto de Arcos: la pobreza como condición. Por eso para Bilbao la reforma de la educación y la reforma de la política pasan por una reforma de la Constitución sobre la propiedad y el salario, por una transformación de la ciudadanía. Bilbao en esto fue después lector de Moritz Rittinghausen y de Victor Considerant, con quienes por lo demás pudo tener contacto en Francia.

Este Bilbao famoso y desconocido del que han hablado es el resultado de una actividad que produce su desconocimiento. ¿Cómo se llega a ello? Hay una avenida en Santiago, una estación de metro, había una vieja micro, la Bilbao-Lo Franco, y existió la antigua línea nº 2 del tranvía, Catedral-Francisco Bilbao, hubo un partido político con su nombre y hasta un equipo de futbol, pero sabemos muy poco de Bilbao. Hay que pensar en la genealogía de ese desconocimiento.

AM: Rafael Bilbao, su padre, participa de la redacción de la Constitución de 1828 que según Gabriel Salazar sería la única realmente democrática que existió en Chile. El olvido de Bilbao tiene que ver con el olvido también de esa Constitución. Al mismo tiempo, a partir del contacto que tiene con un exiliado peruano, Pascual Cuevas, conoce en la época del Instituto Nacional el pensamiento de Lamennais, lo traduce y lo divulga en Chile antes incluso de escribir “Sociabilidad chilena”.

¿Qué edad tenía entonces?

AG: Es difícil precisar la fecha exacta de ese encuentro, pero debió suceder más o menos a fines de 1841. Tenía 17 años.

AM: En esa misma época o un poco antes Lamennais está traduciendo a (Étienne de) La Boétie en Francia, que ha sido ampliamente reconocido como un pensador protoanarquista. Nos interesa ese vínculo: Bilbao traduciendo a Lamennais en la misma época más o menos en que éste está traduciendo a La Boétie. Quizás a eso se debe también el olvido de Bilbao, como el olvido del pensamiento protoanarquista, o premarxista si se quiere, donde hay una concepción de la libertad que ha sido desplazada por otros pensamientos.

Diría que ha sido recuperado y olvidado en distintas épocas. Recuperado por el Partido Socialista en algún momento, por los movimientos anarquistas en Valparaíso en otro.

AG: Para insistir sobre aquello que podemos llamar la producción del olvido de Bilbao, hay primero creo que decir que Bilbao en América Latina está entre sus memorables. Lo fue en el XIX y lo es en el XX. En Chile es otra cosa.

Creo que en Chile esa producción del olvido se puede seguir por dos o tres pistas paralelas. Una es la problemática edición de las obras de Bilbao de la que ya decíamos algo, otra es el debate sobre esas mismas obras, y la otra, mucho más entretenida, hilarante si se quiere, tiene que ver con la presencia monumental y fantasmal de Bilbao en Chile. Esta presencia se relaciona con la repatriación de sus restos, con la amenaza espectral de su vuelta desde Buenos Aires, y con la iniciativa unida a ella de los artesanos chilenos en 1872 de construir una estatua pública en su memoria. Los restos fueron negados por la familia y permanecieron hasta 1998 en el cementerio de La Recoleta. La maqueta de la estatua fue hecha por Nicanor Plaza hacia 1878 y llevada a su proporción monumental por Antonio Costa en Valparaíso antes de 1890. El monumento permaneció abandonado sin el brazo derecho que le había sido destornillado en un galpón también abandonado de la antigua calle Las Zorras, la actual Avda. Santos Ossa. En 1910, en el contexto del centenario, y en 1922 todavía se intentaba por los sectores radicales del puerto la colocación de Bilbao en un sitio público. No hubo caso, hasta que en 1927, bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, se firmó un decreto de autorización para ese efecto. Y cuando finalmente la estatua fue dispuesta en la Plaza de la Aduana, en cuya base en pie todavía se conserva su nombre, Bilbao ingresa a la tarea de la memoria. La izquierda de entonces tenía ya un discurso distinto, y Bilbao era arrinconado entre los precursores del socialismo. Entonces hay que cuidarse de pensar que el olvido de Bilbao se debe por así decirlo sólo a sus enemigos, a la derecha católica y conservadora. Más bien creo que el olvido es algo que le pasa también a la izquierda chilena, a una izquierda que no ha sido suficientemente capaz de recuperar un pasado significativo de su tradición.

Fuente: El Desconcierto
http://eldesconcierto.cl/las-obras-completas-de-francisco-bilbao-contra-la-produccion-de-su-olvido/

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Gladys Acuña Duarte

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